sábado, 12 de septiembre de 2015

El alfabeto de la gratitud

EN LUGAR SEGURO (Wallace Stegner, Libros del Asteroide, 380 págs.)

“De lo que no quise separarme lo he guardado”. Se trata de uno de los versos de Robert Frost que introducen En lugar seguro, una de las primeras novelas de Wallace Stegner traducidas al castellano. Estas pocas palabras nos dan una valiosa pista para interpretar la cuestión medular que atraviesa la historia de principio a fin: la amistad. En cierto modo, “separarse” –o “no querer separarse”– y “guardar” son verbos que aluden a la distancia y al peso. Toda relación humana pivota sobre estos dos parámetros. La distancia –exterior, pero principalmente interior– es un indicador de la fortaleza o debilidad de un vínculo con otra persona. De modo parecido, lo que cada uno atesora en el corazón tiene un peso que da cuenta de la calidad de dicho vínculo. En palabras de san Agustín, “mi peso es el amor que tengo” (pondus meum amor meus).

Partiendo de esta metáfora, podría decirse que la novela de Stegner es un delicado equilibrio de pesos y distancias. Curiosamente, la historia de la amistad entre el matrimonio Morgan –Larry y Sally– y el matrimonio Lang –Sid y Charity– no es construida a través de grandes acontecimientos. De hecho, los episodios más llamativos quedan fuera de la narración mediante la elipsis. Parece como si Stegner quisiera darnos a entender que el alfabeto de la amistad no está formado por hechos extraordinarios. Es, por el contario, un alfabeto sencillo, aunque acertar en su uso no sea tan fácil. En palabras del autor, se trata de hilvanar “fiestas, excursiones, paseos, conversaciones a media noche, destellos de las escasas horas libres de agobios” (p. 124). Pero también enfermedad y sinsabores, choques y hastío. En dos palabras: peso y distancia.

En último término, la clave del buen uso de este alfabeto es la gratitud. Por eso Larry, el narrador del relato, acuña en las últimas páginas esta expresión tan certera: “el alfabeto de la gratitud” (p. 377). Lo que surge de la relación entre estos cuatro amigos es algo tan singular e irrepetible que solamente puede ser acogido así, con gratitud. Visto de otra forma, la gratitud indica la gratuidad de lo recibido y, al mismo tiempo, el desinterés tanto al dar como al recibir. Lo contrario minaría la amistad, dando pie a un tipo de relación muy diferente. Por esto, “la amicitia es una corriente cristalina” (p. 268). Al hablar de la amistad entre Charity y Sally, Larry presenta una sugerente reflexión, del todo apropiada para tiempos en los que se trata de desnaturalizar este tipo de relación: 

"Lo que de verdad ilumina aquellos meses son los rostros de los amigos"

“Charity y Sally están unidas íntimamente por mil hilos de sentimientos y experiencias compartidas. Cada una es para la otra ese alma gemela comprensiva y favorable que nunca falla y que todo el mundo desea siempre y muchos no encuentran nunca (...). La expresión, en la jerga de ahora, es “vínculo afectivo”. Me imagino que habrá quienes vean en una relación como éste signos de lesbianismo no reconocido; (…) No me importa lo que especulen o las respuestas que se den. Vivimos como podemos, hacemos lo que debemos hacer, y no todo se rige por parámetros freudianos o victorianos. De lo que sí estoy seguro es de que la amistad –no el amor, la amistad– es tan posible entre mujeres como entre hombres, y que en ambos casos suele ser lo bastante poderosa como para no tener que traspasar ninguna línea de seguridad sexual. Sexualidad y desconfianza van juntas muy a menudo, y ambas son incompatibles con la amicitia” (p. 320)

“Lo que de verdad ilumina aquellos meses son los rostros de los amigos” (p. 124), dice el narrador en otro momento. A lo largo de la historia, se hace patente cómo cada amigo provoca en el rostro del otro un destello que sólo él puede arrancar. Por este motivo, tal y como decía C.S. Lewis en Los cuatro amores, la presencia de más amigos solamente puede enriquecer la amistad, pues cada uno suscita en los otros algo que nadie podría suscitar de otra forma. “Nuestras vidas han estado tan entrelazadas entre sí que no podría escribir sobre ellos sin escribir igualmente sobre Sally y sobre mí” (p. 268). En lugar seguro es, en síntesis, una novela donde la amistad entre cuatro personas hace que lo cotidiano resplandezca con un brillo y una tensión narrativa admirables.